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#HablemosDePeriodismo con Diego Fonseca

Los nuevos medios deben demostrar que son capaces de garantizar sostenibilidad, apunta Diego Fonseca, periodista y editor argentino radicado en Estados Unidos que ha asesorado y dirige proyectos de comunicación y periodismo digital en Estados Unidos, México, Argentina, Chile y Perú.

Él, que también es amante de Soda Stereo, editor asociado de la revista Etiqueta Negra y fue editor general de América Economía, destacó en los últimos años como creador de la antología Crecer a golpes: Crónicas y ensayos a cuarenta años de Allende y Pinochet, y de Sam no es mi tío: veinticuatro crónicas migrantes y un sueño americano.

En esta ocasión, como conocedor de la crónica, el ensayo y el perfil, Fonseca cerró sus libros por media hora para conversar en exclusiva con Contrapunto sobre el oficio que lo apasiona y enviarles —de paso— un recado a los jóvenes y a los canallas que se incorporan al periodismo: el rumor huele a pescado podrido.

1.- ¿Está el periodismo atravesando una crisis?

Pregunta muy amplia. La crisis es real en los medios. La prensa tiene que redefinir qué modelo de generación de noticias puede construir. Internet quitó el monopolio de la producción de sentido que tuvieron los medios, sobre todo en el último siglo.

No veo que esté en crisis el valor del periodismo como actividad en sí: la enorme producción de información requiere cada vez más profesionales que procesen, filtren, interpreten esos flujos. Sí creo que habrá más espacios para la especialización y, sin dudas, se consolidará el periodista como marca, como esa suerte de profesores del medioevo que daban cátedra de ciudad en ciudad seguidos por sus alumnos. Como con todo desafío, impone nuevas reglas y esas reglas es mejor producción para distinguirse de la proliferación de porquería y chatarra.

2.- ¿Ves diferencias sustanciales entre el periodismo de hoy y el que se practicaba hace apenas 15 años?

Qué difícil. Hoy tenemos más acceso, por ende son mayores las posibilidades de conocer mejor el mundo. Debiéramos tener la posibilidad de ser menos dogmáticos pero no estoy seguro de si hemos avanzado en ese punto —mi deseo es que así sea. Sin embargo, creo que la tecnología facilitó el intercambio de modo que conocemos formas de hacer periodismo distintas. El acceso es más veloz, por ende el aprendizaje es más veloz.

También se ha mudado el periodismo al otro lado de la ventana de las redacciones: hay muchos medios independientes nuevos (sobre todo revistas), hay muchos más medios electrónicos y un periodista freelance de cualquier parte del mundo tiene posibilidades de ofrecer su trabajo en la otra esquina del planeta. Hay, claro, bemoles: los nuevos medios deben demostrar que son capaces de garantizar sostenibilidad; el modelo de negocios de los medios tradicionales, basado en publicidad y venta de suscripciones, ya no es suficiente; se ha deteriorado la paga a los periodistas, que es menor y, muy posiblemente, en tiempos más largos.

Pero quiero mirar el escenario como oportunidad. Hay un nuevo ecosistema en formación en la industria, con modelos de negocios a prueba como el crowdfunding, proyectos periodísticos de producción colectiva o por asociatividad nacionales e internacionales nacidos gracias a las redes; nuevas plataformas y formatos. Nuestro problema es que nos movieron el piso y, aunque parece que el sacudón pasó, nos han quedado los mosaicos flojos y hay que pisar con cuidado.

3.- ¿Cuáles características debe tener todo medio de comunicación que se precie de ser una buena referencia informativa?

Yo cada vez leo menos el periódico y construyo mi propia red con información de muchas partes. Cada vez me inclino más a análisis y ensayo.

Difícil competir con la celeridad que impone la omnipresencia de las redes e internet, pero ante el mareo de ese mundo líquido, creo que crece la necesidad de poner un freno en la rueda. Detenerse, pensar, analizar. Textos que capturen el sentido de una historia, de manera semanal, quincenal o mensual, con una profundidad que no otorga el día a día, tienen para mí mayor valor agregado, pues tengo poco tiempo para ver todo.

Información precisa, verificada y en el día siguen siendo importantes. En temas demasiado sensibles y profundos, tiempo para reunir la información, evaluar, procesar y contar una buena historia. Atrapa a tu público por el cuello, gánalo desde la primera frase, sigue ganándotelo con cada una de las que sigan.

4.- ¿Cuáles son los medios que sueles consultar para informarte?

Demasiados.

5.- Muchos portales de noticias se alimentan de contenidos que suministran usuarios en redes sociales, incluso anónimos. En momentos de alta presión y con una competencia feroz por decirlo primero, ¿qué debe hacer un periodista frente a hechos no constatados?

Constatarlos. No me importa llegar primero, me importa llegar bien. Que un periodista se desempeñe como un distribuidor de rumores, versiones, pescado podrido es igual que ser el chismoso del barrio. Y a mí me caen mal los chismosos de barrios.

6.- Decía un cura que enseñaba ética en mi facultad que la idea de universidad se va al traste cuando el Vicerrectorado Administrativo pasa a tener más peso que el Vicerrectorado Académico. ¿Se puede decir que lo mismo ocurre en los medios?

Tu cura era sabio. Seguro que lo excomulgaron.

7.- ¿Dónde ubicas la frontera que existe entre el periodismo, a secas, y el periodismo sensacionalista cuando se informa sobre crímenes como secuestros o asesinatos, catástrofes naturales o conflictos armados?

Solo tengo consejos de viejo, cada vez más viejo: No dañes a las víctimas más de lo que han sido dañadas. Respeta: el hijo, la madre, el hermano de alguien más pudo ser el tuyo. Si quieres ser respetado, respeta.

8.- En países con alta polarización política, como Venezuela, los periodistas suelen convertirse en militantes de las fuerzas en pugna: Gobierno vs. antigobierno, y eso influye, por supuesto, en la formulación y el tratamiento de los temas o historias que se cuentan. ¿Ves eso como algo necesario, o perjudicial o más bien positivo para ejercer nuestro oficio?

Creo en el periodismo como militancia pero no en el periodista militante. El periodista militante está en guerra contra un adversario o, peor, un enemigo, y en las guerras, se sabe, la primera víctima es la verdad. Por sobre la información, primará la causa que defiende. El periodismo militante, creo yo, desdibuja al individuo. Y un periodista debe ser sujeto de sí mismo, no de un partido.

Yo milito por decir mi verdad, no la de un colectivo que me cobije. Si coincido con ese colectivo, será porque llegamos a una misma lectura de los hechos. Pero sigo defendiendo el derecho de la decisión individual por encima de la visión orgánica de la masa.

9.- ¿Qué trabajo estás realizando ahora?

Estoy en etapa de tour y maceración, digamos. Acaba de salir Hamsters, mi libro de crónicas sobre ricos y no tan ricos en Estados Unidos; también Tusquets publicó Hacer la América, un libro sobre historias de desarrollo económico del que soy editor, encargado por una división del Banco Interamericano de Desarrollo. Y Penguin USA publicó a fines de año La vigilia, mi novela.

Creo que todo 2015 se irá en presentaciones de esos libros, que se suman al trabajo de Crecer a golpes, la colección de ensayos sobre los últimos 40 años de América Latina, que no ha dejado de moverse.

La maceración es para el próximo libro. Debo decidir si serán perfiles o una larga crónica y ensayo sobre Arizona como laboratorio social de migrantes latinos y residentes gringos de larga data en el sur de Estados Unidos. Y debo terminar un librito de ensayos medios pop. Y uno de cuentos. Y, en algún momento, dormir un poco más, que es mi trabajo más demandante.

10.- ¿Cuál fue ese gran trabajo periodístico de 2014 que todo el que está leyendo esta entrevista debería buscar?

Hay muchos, pero el más ambicioso y mejor logrado es El hambre, esa suerte de intento de summa, de Martín Caparrós. El libro de Martín tiene lo que debe tener la crónica latinoamericana: la ambición de pasar de contar nuestros países, egresar como mayores y contar, definitivamente, el mundo.

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