top of page

No vengo a hablar de periodismo

Hacía frío y yo no estaba más que leyendo un par de libros, preparando un taller de narrativa y terminando una traducción sobre otro artículo feminista para una revista en Argentina. Tareas y deleites. Lo demás era hacer una deriva cada tanto y perderme entre el fútbol, la noche y sus cervezas artesanales. Suena lindo, pero también había espacios muertos con poco dinero en la cuenta y el apartamento adonde acababa de mudarme estaba aún en remodelación, sobrado de polvo, pintura y aserrín. Allí podía permanecer por un par de meses, porque una vez terminada la remodelación debía ubicar otro espacio o pagar un dinero que no tenía.

A la calle y a los medios me acercaba según las necesidades de mi curiosidad o las sugerencias de El Espectador, el medio colombiano para el que colaboraba en ocasiones. Tenía pocos meses viviendo en Sao Paulo cuando recibí esa llamada inesperada y extraña. Me invitaban a volver a Venezuela para poner en marcha un nuevo proyecto periodístico, un portal de noticias que reconociera a los polos en pugna, un espacio para generar debate en una sociedad cada vez más dividida, una pantalla casi en blanco donde habría micros documentales en video y especiales fotográficos e infografías animadas que hablaran de nosotros, los venezolanos.

Al principio, frente al Skype, mordí mi sánduche con dudas: si irse puede resultar difícil, imagínense volver.

Casi dos años después, desde servilletas, cuadros de Excel, papeles arrugados, miles de llamadas telefónicas, centenares de entrevistas y reuniones, discusiones, pautas, planificaciones y delirios, el ensamble está detrás de esto que ahora lees. Contrapunto es, después de sus primeros 12 meses al aire, un medio de comunicación que se inscribió entre las opciones naturales que maneja la gente para informarse y algo más. Y es en esas dos últimas palabras donde creo que navegamos mejor.

Para un editor los paradigmas no son solo editoriales. Hemos tenido serios tropiezos en la organización, el diseño, la tecnología, el audio, la iluminación, la edición y, claro, también en el abordaje periodístico. Muchas veces. Sin embargo, tomando en cuenta el volumen de contenidos producidos, creo que han tenido más peso los aciertos y las coberturas, en algunos casos necesarias, en otros oportunas, en otros justas y correctas, en otros, porque reconocer las bondades de un grupo con el que te sientes bien no es dañino, brillantes.

Habrá quienes lean esto y piensen que exagero o hablo desde el deseo y la melancolía, pero lo escribo con sinceridad. Sé que quienes están en Contrapunto no hacen el mejor periodismo del continente, pero sí sé que la mayoría quiere hacerlo, despegados de una intención, a mi juicio, perjudicial para el ejercicio de nuestro oficio en Venezuela: convertirse en jueces o, peor, en el brazo comunicacional de una opción político ideológica o incluso partidista.

Aunque me aparté del medio hace un mes para dejar su conducción en manos de un periodista al que respeto, Héctor Bujanda, me despido formalmente como editor ante la audiencia con esta columna, en la que por primera vez me piden que escriba sobre un tema particular: el periodismo. Sobre eso he hablado antes, varias veces, en otras entregas, y creo que no hace falta llover sobre mojado. No vengo a hablar de periodismo, o no de forma explícita. Vengo a dar las gracias.

Si regresar es difícil, imagínense volverse a ir.

A este equipo que queda engrasado por una rotación altísima, debido entre otras cosas a las circunstancias de Venezuela, le deseo fuerza y constancia, porque si ser editor es complicado, en este país ser periodista resulta tanto o más. Se lucha con varios contratiempos a la vez, presiones externas, acusaciones infundadas, bloqueo de fuentes, desconfianza, cierta agresividad instalada pero, sobre todo, lo más peligroso: el anhelo de abrogarte la verdad desde tus precarios conocimientos y no desde lo que la gente te enseña, te muestra y te dice. El ego y el miedo metiéndote zancadillas.

La base de un buen trabajo comunicacional pasa cada vez más por el respeto a los hechos, al entrevistado, a la audiencia, a las diferencias, a la comprensión de lo que es y no a lo que quisieras que fuera. Lo demás es ponderar o analizar detalles coyunturales que en un momento dado pueden darte la razón, pero no amplificar realidades que definan nuestra complejidad como sociedad, con sus luces y sus horrores.

Al equipo de Contrapunto, aguanten como puedan y no abandonen la autocrítica. Hay quienes dicen lo contrario, pero yo prefiero creer que las buenas personas se imponen a los canallas. No siempre, pero es bueno cuando la razón doblega al egoísmo. A la audiencia: no dejen de revisarnos y de corregirnos con todos sus argumentos, porque solamente así lograremos evitar los puntos ciegos. Para mí, además de un brindis, la mejor forma de celebrar en estos tiempos el día del periodista en Venezuela pasa por hacer silencio, por leer, por leernos, por escuchar, por escucharnos y por pensar de qué manera alejamos el rencor para reconocernos no como profesionales, no como colegas, no como gremio, sino como seres humanos.

ContraTeam.png

bottom of page