Maikel está en Estocolmo y Thays en alguna ciudad de Noruega. Audrey, Selva, Jessica, Francisco, Caro, Iván y Annie viven en Barcelona. Luben en Lima. Lope está en Los Ángeles, igual que Enrique y su esposa Maya, junto a sus dos hijas. Aunque regresa con frecuencia, Boris partió hace unos años con su esposa y su hijo, me parece que están en Boston. Al México DF se fueron Vanessa, “Caque”, Albinson, Ulises y su novia Lissy, con sus gatas, Luis e Ilieana, con su esposo. Sasha también, pero creo que ella se moverá pronto para alguna ciudad de España. Aquí en Bogotá viven Marcel, Gabriela y su esposo Carlos, junto a sus dos pequeñas hijas. También están Henry, Corina, Larissa y acaban de llegar Marjoury y Octavio. Doney se fue a Panamá y allá creo que vive Víctor, a quien siempre llamé por el apellido cuando no le decía “hermano”. Vainas del colegio.
Pedro vive en Nueva Jersey y, ahora que recuerdo, José Luis también acaba de mudarse al México DF. María José rueda más que yo, pero debe estar en alguna costa del norte de Brasil. Lo último que supe es que “Juancho” vive en Ciudad de Guatemala o en San Salvador, y a Karim le perdí la pista, pero creo que se fue a Madrid, o a Londres, donde también están viviendo Rosella, Pedro, Anita, Sarita e Iván, junto a su hermoso hijo, Matías. Marianna está en Houston y Alejandro se fue con su esposa y su hija Martina para Miami. Allá también están viviendo Bibi, Virgilio y, desde hace poco, “Rapa” con su esposa y su pequeño hijo. En Asunción está Gaby, es como una hermana para mí, yo la llamo "la bebé".
Martín hace mucho que se marchó a Buenos Aires, con María Antonia. La hija preciosa de ambos, Olivia, nació allá, donde también creo que viven Hernán y “La China”. Irene está en algún punto entre Austria y Holanda. Martha y Jorge están en Nueva York. Mónica vivió allí, pero ahora me parece que se mudó a México. Otro Jorge se fue a Santo Domingo. Mariveni está en San Sebastián. Dos amigos más recientes, “Josean” y Manaure, también emigraron: uno a Santiago y el otro a rodar por Europa hasta conseguir paradero detrás de su cámara. Claudio vive en Montevideo y Ricardo hace años se instaló en Berlín. Carlos en Bruselas. Sé que Stella vive afuera, no sé si en México DF, e Ingrid en alguna ciudad de Estados Unidos.
La lista es larga y todos existen. Con cada uno, en algún momento, compartí algo más que anécdotas y almuerzos. Fueron, durante parcelas imborrables de mi existencia y crecimiento, personas cercanas. Para mí, la vida es o puede ser o debe ser lo más parecido a una fiesta constante, y ellos formaron parte de esa fiesta de mis noches, de forma literal. Nos unen secretos, horas de compañía, juegos, cariño profundo y unas cuantas borracheras. Aunque tengo años sin ver a la mayoría, y probablemente nos quedemos un buen rato en silencio si nos volvemos a encontrar, sé que sabríamos darnos por lo menos un abrazo en honor a nuestra memoria compartida.
Alguien que se muda tanto como yo, que cambia de trabajo cada dos años y que se siente incapaz de rechazar cualquier invitación a tomarse un trago, llega a conocer a muchas personas y es lógico que, por el movimiento natural, por el desplazamiento de nuestras vidas y por el factor tiempo, haya despedidas. Pero esta oleada de emigrantes en tan pocos años, esta lluvia de escapes y dulces desilusiones, no es normal en una sociedad sin problemas y con oportunidades para el crecimiento.
Mi panteón es extenso y aquí faltarán algunos nombres que olvido y otros conocidos, menos íntimos, a quienes no quise mencionar porque me parecía una trampa innecesaria. A todos, eso sí, los une (nos une) una decisión vital: piensan que Venezuela no es el lugar donde podían (o querían) seguir viviendo. Una lástima, porque con ellos la ciudad tendría mejores fiestas.
Hasta allí el lamento, que más que una pataleta es mi versión de los hechos. Supongo que ahora me tocará imaginar boletos aéreos y una vida plena de viajes para reconocerlos a todos. Daré las gracias por tantos sofás y cuartos de huéspedes. Así también se vive y se disfruta. Usted tendrá su lista particular, más o menos robusta que ésta de 74 afectos y 26 ciudades, y sobre ella hará las ponderaciones y reflexiones que crea pertinentes.
Yo ofrezco, con humildad y porque acabo de moverme una vez más junto a mi amada compañera, lo que puedo dar desde la distancia: un pequeño retrato de lo que en algún momento fueron deseos y hoy es una realidad. Y aquí se esconde otro dato común, esa pulsión que permanece entre quienes quedan en Caracas, o en Venezuela, la pregunta reiterada de una mayoría de la clase media: ¿Me quedo o me voy?
Quédese y váyase. Quédese o váyase. Haga lo que desee sin necesidad de renegar de quienes no hacen lo que usted, y en medio de las fracturas sentimentales, trate de prender una fiesta adonde sea que se encuentre, con viejos y nuevos amigos, la nostalgia no desaparecerá por quedarse ni marcharse, ni dependerá de gobiernos o agendas políticas. El tiempo siempre avanza y en él podrá construir entre antojos y presiones las fronteras de su patria-corazón.